En la Edad Media nació la Inquisición (años 1220-1230), un tribunal que habiendo sido establecido por el poder civil para combatir las herejías, lo asumió la Iglesia para procesar a los herejes, ya fuera con penas muy severas o con la pena de muerte, si ellos no se retractaban. Ahora bien, los tribunales de la Inquisición nunca ejecutaban la sentencia, sino que se limitaban a entregar al hereje al “brazo secular”. En aquella época, era práctica común, en los juicios civiles, usar la tortura para hacer confesar al acusado, algo que, por mucho que repugne a nuestra mentalidad, se sigue practicando todavía en muchos países del mundo, especialmente en aquellos que se profesan ateos y se oponen abiertamente a la Iglesia y a la religión.
No confundamos la Inquisición Papal con la Inquisición española, creada tres siglos después, y que era una institución real, con diversas características de la anterior, la cual, no podemos juzgar con nuestra mentalidad moderna, sino en el tiempo en que vivió. Un tribunal como la Inquisición es hoy inadmisible desde el Evangelio de Jesucristo, pero “justificable” desde el espíritu de intolerancia de aquellos años. Al respecto, el P Jordi Rivera nos habla de cómo debemos analizar la Inquisición con objetividad, principalmente viéndola desde la fe. En las páginas que siguen, colocamos su exposición:
Las inquisiciones de ayer y de hoy
Padre Jordi Rivero
Jesús proclamó: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados” -Mateo 5,6. La Iglesia siempre ha inspirado esta hambre por la justicia y bajo su influencia se han dado los avances más extraordinarios a favor de los derechos humanos. Los enemigos de la Iglesia, sin embargo, sólo ven los pecados de los hijos de la Iglesia y han creado una leyenda negra en torno a la Inquisición, distorsionando gravemente la historia.
La Iglesia es muchísimo más que Inquisición y los inquisidores son muchísimos más que los de la Iglesia. Para apreciar la realidad de las cosas hay que ver el cuadro completo y con perspectiva. Mientras existían los tribunales de la Inquisición, eran muchísimos más los hombres y mujeres que entregaron su vida sirviendo al prójimo, haciendo obras de misericordia. Durante la época de la Inquisición había en la Iglesia multitud de creyentes, tanto laicos como religiosos, y clero que con sinceridad buscaban vivir el Evangelio.
La Iglesia tenía infinidad de hospitales, escuelas y casas para niños, ancianos y pobres… Las comunidades mendicantes de San Francisco, Santo Domingo y muchas otras llevaban la Buena Nueva hasta los confines del mundo… Muchos católicos, tanto laicos como miembros del clero, lucharon para propagar el Evangelio que es amor, paz y justicia en Cristo. Esta es la gracia de Dios, esta es la misión de la Iglesia. ¿Se honra a la Iglesia por todo esto? ¿Por qué se señala a la Iglesia? La justicia exige que se analice la historia con objetividad. Las injusticias siempre han existido y existirán. Siempre habrá que combatirlas, sea quien sea el que las cometa. Pero cuando se acusa exclusivamente a la Iglesia por un mal que todos cometieron en la época, no se sirve a la justicia sino a la difamación.
La quema de brujas y los tribunales al estilo de la Inquisición también existían en los países no católicos. La mayoría de la quema de brujas fue obra de tribunales civiles. De hecho, los tribunales católicos fueron muchísimo más indulgentes que los civiles. Sin embargo sólo se acusa a la Iglesia y sólo la Iglesia pide perdón. El Papa Juan Pablo decía al respecto:
La distinción entre el auténtico “sensus fidei” y la mentalidad dominante en una determinada época, que puede haber influido en su opinión. Hay que recurrir al “sensus fidei” para encontrar los criterios de un juicio justo sobre el pasado de la vida de la Iglesia. Este discernimiento es posible precisamente porque con el paso del tiempo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, percibe con conciencia cada vez más viva cuáles son las exigencias de su conformación con el Esposo. De este modo, el Concilio Vaticano II ha querido expresar la “regla de oro” que orienta la defensa de la verdad, tarea que corresponde a la misión del Magisterio: “la verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas” (Dignitatis humanae. -Juan Pablo II, Al publicarse las Actas del Simposio Internacional “la Inquisición”, 15, Junio, 2004).

Una mentira repetida constantemente llega a creerse. El ataque incesante contra la Iglesia Católica, ha creado una radical distorsión de la historia. Los pecados de la Inquisición se han explotado sin análisis crítico, hasta crear una caricatura para fines propagandísticos anticatólicos. Las historias que circulan sobre la Inquisición hacen ver a la Iglesia como si no hubiese en ella más que una gigante Inquisición, causante de todos los crímenes de la historia. Un ejemplo es el siguiente párrafo referente a la Edad Media que tomé de una de las páginas anticatólicas del Internet:
La Edad de la Oscuridad comenzó. El progreso de la civilización humana de repente se detuvo. No hubo acontecimientos de importancia histórica por casi 1000 años. Europa sufrió la plaga negra, la supresión religiosa, los herejes y paganos eran perseguidos por los cazadores de brujas de la Inquisición. La tortura y el genocidio fueron la única respuesta para cualquiera que cuestionara la ley.
Esta es la gran mentira que no debemos aceptar porque se trata de exageraciones y generalizaciones absurdas. Las mentiras se han repetido tanto que la mayoría las cree como si fuesen hechos históricos. Para juzgar el pasado hay que conocer la historia y no manipularla o sacarla fuera de contexto. Uno de los casos que con frecuencia se utilizan como paradigma de los horrores de la Inquisición, es el famoso juicio contra Galileo. Recientemente recibimos un e-mail reprochando a la Iglesia por haber “torturado y ahogado a Galileo en la época medieval”. Esta acusación, sin embargo, contiene tres errores de base: 1.Galileo no vivió en los tiempos medievales, 2. Galileo no fue torturado, 3. Galileo no fue ahogado ni murió violentamente sino que murió de muerte natural, a la edad de 76 años en su casa.
Una cosa es criticar los errores y otra es exagerarlos y generalizarlos con el fin de agredir. Es cierto que en el caso de Galileo se cometieron injusticias (reconocidas por la Iglesia ya desde el siglo XVIII), pero los hechos fueron muy diferentes al mito que se ha creado. La historia de Galileo es muy compleja. Galileo tenía amigos y enemigos en la jerarquía. Entre sus grandes amigos estaba el Cardenal Roberto Belarmino. Galileo fue tan católico como sus opositores. También tenía grandes enemigos entre los científicos de su época, los cuales le provocaron grandes problemas. Pero a nadie se le ocurre culpar a la ciencia por eso. Por su parte Galileo cometió también serios errores.
Al delatar la leyenda negra no negamos que los hijos de la Iglesia cometieran injusticias, ni la necesidad de pedir perdón. La Iglesia pide perdón porque sus hijos han pecado. Si bien es injusto crear una leyenda negra también sería injusto ignorar los crímenes cometidos. La verdad se encuentra cuando nos liberamos de prejuicios, cuando se estudia la historia con objetividad, honestidad y mesura. De lo contrario se cae en el mismo error que se pretende delatar. La Iglesia ha pedido perdón, pero hay quienes quieren manipular ese perdón como prueba de que la leyenda negra es cierta, como una aceptación tácita de todas las acusaciones, tal como las proponen…
El Magisterio eclesial no puede evidentemente proponerse la realización de un acto de naturaleza ética, como es la petición de perdón, sin haberse informado previamente de un modo exacto acerca de la situación de aquel tiempo. Ni siquiera puede tampoco apoyarse en las imágenes del pasado transmitidas por la opinión pública, pues se encuentran a menudo sobrecargadas por una emotividad pasional, que impide una diagnosis serena y objetiva… Esa es la razón por la que el primer paso debe consistir en interrogar a los historiadores, a los cuales no se les pide un juicio de naturaleza ética, que rebasaría el ámbito de sus competencias, sino que ofrezcan su ayuda para la reconstrucción más precisa posible de los acontecimientos, de las costumbres, de las mentalidades de entonces, a la luz del contexto histórico de la época
Los actuales perseguidores de la Iglesia, me recuerdan cómo los nazis acusaban a los judíos de ser los causantes de todas las miserias de Alemania. Cuando se respondía a esas acusaciones, los nazis proporcionaban algunos ejemplos reales, inventados o exagerados. Así el pueblo fue preparado para el holocausto. ¿Es cierto que los judíos cometieron crímenes? Sí, es cierto. Pero no más que los cometidos por los demás alemanes. El hecho es que todas las etnias han cometido crímenes. Cuándo un judío cometía un crimen, ¿acaso era por culpa de su religión? No. No era el judaísmo el causante de los crímenes, ni eran los crímenes de los judíos diferentes a los de cualquier otro grupo. Pero la propaganda nazi creó una imagen nefasta de los judíos saturando los medios de comunicación con historias de crímenes cometidos por ellos. Se creó así una imagen de los judíos que parecía imposible cuestionar. Todo el mundo “sabía” cómo eran los judíos.
Al defender a los judíos, ¿se estaría negando que algunos cometieron crímenes?, ¿se estaría minimizando el mal? No. Más bien se estaría haciendo justicia, poniendo las cosas en contexto y proporción. Dios quiera que todos luchemos contra el crimen, que nunca se justifique un solo abuso contra un ser humano. Al mismo tiempo debemos combatir toda demagogia y manipulación de datos utilizados para crear una falsa imagen de una raza o grupo. Este tipo de injusticia abre las puertas al odio y la agresión.
El pecado no es propio de la naturaleza de la Iglesia. Es necesario saber distinguir entre la naturaleza y el accidente. Por ejemplo: La maternidad es un hermoso don de Dios, su naturaleza es muy buena. Es cierto que hay muchas madres que cometen graves delitos contra sus hijos. No por eso deja de ser buena la maternidad y al defenderla no estaríamos justificando los delitos, al contrario, el mal se comprende mejor cuando se tiene conocimiento de cómo las cosas deberían ser. La prostitución, sin embargo, es mala en su propia naturaleza. Su razón de ser en sí misma es contraria a la dignidad humana. No por eso arremetemos contra las prostitutas para apedrearlas. Pero si quisiéramos ayudarles a salir de esa opresión.
La Iglesia Católica es madre pero sus hijos son seres humanos. Ya desde el principio aparece la traición de Judas. Jesús mismo advirtió: “¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!” Mateo 18,7. También el Evangelio nos habla de la cizaña que el enemigo planta entre el trigo (la Iglesia) Cf Mt. 13,25-40. Esta cizaña daña a los hijos y a la misión de la Iglesia, pero no es parte de su naturaleza. Es como un cáncer en el cuerpo. Cuando sus hijos pecan, aunque estos sean de la jerarquía, es precisamente por no vivir según su Evangelio, por no ser consecuentes con su vocación bautismal de ser Iglesia.
Obviamente Jesús no justifica el pecado, pero nos advierte que aún en la Iglesia somos vulnerables y siempre habrá buen fruto y cizaña creciendo juntamente (Cf Mt 13,25-40). ¿Es la Iglesia la causante de la cizaña? No. Su doctrina y su gracia no fomentan cizaña alguna. Es el enemigo, el que opera en el mundo, quien penetra y la siembra. Ciertamente debemos de renunciar al pecado y sacarlo de entre nosotros. No podemos justificarlo. Ciertamente los católicos son influenciados por el mundo y caen muchas veces en lo mismo que hace el mundo. Pero ¡mucho cuidado de no condenar a la madre buena por lo que hacen los hijos réprobos!
La Iglesia es santa por su naturaleza, santa en virtud de su Cabeza que es Cristo. La Iglesia es su Cuerpo Místico. En ella se encuentran todos los medios para la santidad. Su doctrina es santa. De ella recibimos la gracia para vivir el amor y el perdón. El pecado de sus miembros no resta verdad a lo dicho. Sólo demuestra que ellos no supieron vivir a la altura de su vocación. Los que quieren ver pueden descubrir en la multitud de santos los efectos de la gracia que la Iglesia comunica a aquellos que la saben recibir.
La Iglesia, a través de los siglos, ha sido el principal agente en la toma de conciencia sobre los derechos humanos y en los esfuerzos por su implementación. La Iglesia se ha dedicado a través de los siglos a enseñar el camino del amor divino que recibe de Cristo. Multitudes de hombres, mujeres y niños se han entregado a servir a Dios y a sus hermanos inspirados y fortalecidos como miembros de la Iglesia.
¿Qué hacemos hoy día?
¿Qué diremos de nuestro siglo? La Inquisición se queda muy pequeña, en comparación con los genocidios de nuestro tiempo. ¿Cómo podemos reclamarle a los que vivieron en otro siglo por sus crímenes, si nosotros mismos aceptamos la masacre actual de millones de niños inocentes?
Conclusión
Reflexionar sobre los males del pasado, dentro y fuera de la Iglesia, nos debería ayudar a valorar más la verdad eterna de la doctrina de la Iglesia, que brilla ante la razón y nos reta a buscar nuestra propia conversión y a luchar por eliminar las atrocidades de hoy día. Aún desde un punto de vista puramente humano, podemos constatar cuánto necesitamos a la Iglesia, pues ¿quién es hoy día la voz que clama por los no nacidos, los ancianos, los inmigrantes, los presos, por los que no tienen voz?
Fuente: corazones.org
Pbro. Mario Montes Moraga
Departamento de Animación Bíblica
Centro Nacional de Catequesis