¿Cuándo bajó el Espíritu Santo sobre los discípulos? No lo sabemos. Debió de ser en alguna de esas reuniones que, cautelosos y con miedo, ellos solían tener después de la resurrección de Jesús, para rezar. De pronto se sintieron invadidos por una fuerza extraña y maravillosa que los animaba, les transmitía poderes desconocidos, y los impulsaba a hablar como nunca se habían imaginado. Y comprendieron que era el Espíritu del Señor.
Más tarde, la tradición posterior contó esa experiencia de dos maneras: una (recogida por Juan) ubicada en Pascua. Y la otra (recogida por Lucas), en Pentecostés. Porque cada una quería dejar un mensaje diferente. La de Juan: que cuando uno recibe el Espíritu de Dios se transforma en una nueva creatura, un nuevo ser, y no debe volver nunca atrás, a lo que fue antes. Y La de Lucas: que quien recibe el Espíritu Santo, ya no puede obedecer a otras voces que no sean la voz de ese Espíritu.
No sabemos qué día exactamente bajó el Espíritu Santo y provocó el nacimiento de la Iglesia. Por eso, en vez de decir que la Iglesia nació en Pentecostés, más bien habría que decir que Pentecostés ocurrió cuando nació la iglesia.
Pero desde el punto de vista teológico, Pentecostés no es un día de veinticuatro horas, sino una “situación histórica”, que comenzó con la resurrección de Jesús y durará hasta el fin de los tiempos. Y durante ese lapso, cada uno tiene que hacer el valiente esfuerzo de vivir su propio Pentecostés: transformándose en una nueva creatura y escuchando la voz del espíritu. Por suerte son muchos los que lo hacen. Por eso Pentecostés es un día que amaneció hace veinte siglos, y que aún está lejos de anochecer.
P Ariel Álvarez Valdés/ P Mario Montes Moraga
Pbro. Mario Montes Moraga
Departamento de Animación Bíblica
Centro Nacional de Catequesis