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Una familia con cristianos “diferentes”


“En mi familia hay miembros de varias “religiones”, ¿con cuál me voy?…”, oí decir recientemente a una joven. 

La siguiente experiencia de un muchacho universitario, en cuanto a su fe católica y la presencia en su familia de otros cristianos no católicos, podría ayudar a quienes no saben qué hacer en situaciones similares:

Yo nací y me crié, con profundas raíces cristianas, en la religión católica. Mis padres tenían una fe firme y se aseguraron de que la fe y la práctica religiosa de la familia, fueran muy importantes en cada aspecto de nuestras vidas. Tanto ellos como mis hermanos íbamos a misa siempre que podíamos, hasta diariamente cuando la celebración estaba a mano, nos confesábamos frecuentemente, todos los días rezábamos el Rosario en familia, recitábamos todos juntos el “Ángelus” al menos dos veces al día, aprendimos un buen número de oraciones, íbamos a la catequesis cuando niños, teníamos colocado en casa un cuadro con la foto del Papa, y creíamos que el catolicismo, entre todas las religiones y confesiones cristianas, era la única fe verdadera, la única religión plenamente válida. 

No llegamos a creer que los otros, evangélicos o protestantes y gente de otras religiones, no se salvarían o irían al cielo, pero no estábamos totalmente seguros sobre cómo sucedería eso, dado que creíamos que ellos no pertenecían a la fe verdadera. Por eso vivíamos con una cierta desconfianza de otras confesiones cristianas y de otras religiones, seguros de nuestra propia verdad, pero siempre cautelosos para no entremezclarnos religiosamente con otros, temerosos de que de alguna manera nuestra fe se debilitara o contaminara por el contacto religioso con creyentes no católicos.

Y efectivamente el hogar era, y es, un buen lugar por donde comenzar. Yo estoy profundamente agradecido por haber tenido estas raíces religiosas, fuertes y firmes. Pero han cambiado para mí cantidad de cosas desde que era un muchacho idealista, joven católico, estudiante de secundaria. En mis primeros años como estudiante, mis educadores de religión, con sus enseñanzas, actitudes y compromisos, profundizaron mi conocimiento de Jesús y me ayudaron a afianzarme con mayor firmeza en mi propia vida cristiana.

Más tarde, conocí personas de diversas confesiones cristianas, todos ellos profundamente comprometidos con Cristo. Mi amistad con ellos y mi respeto por su fe, no me llevaron a abandonar la mía en la Iglesia para ingresar en otra confesión cristiana. Sin embargo, comenzaron realmente a remodelar mi pensamiento sobre lo que constituye la verdadera fe y la religión auténtica. Esta experiencia me ayudó también a darme cuenta de que lo que tenemos en común como cristianos, hace parecer muy pequeñas nuestras diferencias.

Por eso, he conversado, orado y compartido mi fe con ellos; he llegado a tener profunda amistad con hombres y mujeres de toda tendencia confesional o religiosa: anglicanos, evangélicos, budistas, musulmanes, hindúes, y sinceros hombres y mujeres no religiosos, al menos, que no pertenecen a ninguna confesión cristiana. Hoy, junto a mi comunidad cristiana, dentro de la Iglesia Católica, hay entre otros un buen número de anglicanos, luteranos, protestantes, evangélicos y personas de otras religiones -almas gemelas en la fe-, que me ayudan a fundamentar mi entrega y compromiso propios con mi Iglesia. 

Con esto no intento sugerir que todas las religiones son iguales o que todas las denominaciones dentro del cristianismo son caminos iguales hacia Dios. O que da lo mismo ser católico y evangélico. Todo esto me ha enseñado que debemos estar abiertos a una nueva compresión hacia aquellos cuya iglesia es diferente de la nuestra y a una visión más amplia de lo que significa pertenecer a una confesión o religión particular. Tenemos que estar abiertos a una comprensión más profunda de la bondad de Dios y de su paternidad para con todos los seres humanos, sea de la fe que sea.

Yo todavía soy católico convencido y comprometido. Pero, como el evangelista Juan, ahora sé que Jesús tiene otras ovejas que no son de este rebaño. En mi familia tenemos integrantes de otras religiones cristianas, pues algunos se han salido de la Iglesia para irse para otra parte, pero en todos ellos hay un respeto mutuo, nadie intenta que yo me vaya para su iglesia. 

Para lograrlo, hemos llegado a ciertos acuerdos, como el de no discutir por la Biblia, no imponer nada a nadie, ni yo a ellos, ni ellos a mí. De forma que lo mejor es que cada quien viva su fe en su comunidad o religión. Y así nadie sale lastimado, ni hay distanciamiento, ni hemos dejado de querernos por asuntos de religión. Existe un gran respeto y tolerancia en ese aspecto. 

De mi parte, quiero seguir siendo católico, conocer cada día mi fe y profesarla, no dejarme llevar por quienes intentan persuadirme de que deje la Iglesia Católica, porque es así… así… y así… y así…”


Por eso, dejo a criterio de ustedes, juzgar si la actitud de este joven les parece la más adecuada: los “pro” y los “contra”, para las diversas partes interesadas, sobre todo entre los miembros de la familia. 


¿Qué opina Ud. al respecto?
¿Podría comunicarnos alguna experiencia sobre el tema, para compartirla en este espacio?

Pbro. Mario Montes Moraga 
Departamento de Animación Bíblica 
Centro Nacional de Catequesis